Hace ya casi dos años, decidí apuntarme a una academia de danza del vientre, sin saber realmente dónde me metía. En un principio, mi intención era practicar algo de ejercicio físico pero de una forma más divertida que la que proporciona el tirarse a una piscina y ponerse a nadar sin más, o la de machacarse en un gimnasio con olor a sudor rancio, repitiendo una y otra vez aburridos movimientos de aerobic.
Durante las primeras semanas de aprendizaje, al menos en mi caso, lo único que eres capaz de hacer es mirar a tu profesora con la boca abierta, intentado a duras penas imitar sus movimientos, sin poder evitar pensar que ese baile tan sofisticado no está hecho para tí. Con el tiempo, vas descubriendo con asombro cómo tu cuerpo va conectando con la filosofía de esta danza, cuyo principio básico consiste en la disociación perfecta de los músculos del cuerpo. Esta disociación requiere un largo entrenamiento, pero una de las numerosas ventajas de esta danza es que, con práctica, todo el mundo puede llegar a realizar muchos de sus movimientos más característicos.
La historia del origen de la danza del vientre se debate entre la leyenda y la realidad, ya que se ha investigado poco al respecto. La mayoría de las teorías hablan de una historia milenaria, en función de la cual la danza del vientre empezó siendo un baile sagrado que practicaban las mujeres de Oriente Próximo en honor a las diosas de la fertilidad. Con la aparición y expansión primero del Cristianismo, y después del Islam, desaparecen la mayor parte de los ritos paganos por la represión que estas religiones ejercieron sobre quienes los practicaban. A partir de ese momento, y hasta hace poco, la danza del vientre empieza a ser valorada sólo por la sensualidad que pueden provocar sus movimientos, incorporándose a los harenes.
También resulta curioso el análisis de las distintas denominaciones que recibe. El nombre de «danza del vientre» se lo dieron los viajeros europeos del siglo XIX cuando observaron sorprendidos los peculiares movimientos de vientre de las bailarinas orientales, totalmente inexistentes en las danzas europeas. Sin embargo, el nombre árabe de esta danza es «raks sharki», que significa literalmente «danza oriental». En Estados Unidos se la conoce como «bellydance», un término acuñado por un tal Sol Blom a finales del siglo XIX, aunque se cree que este término puede ser una transcripción errónea del vocablo «baladi», que significa «pueblo»).
Después de aburrir a mi escasa ciberaudiencia con este recorrido histórico y etimológico que probablemente sólo me interese a mí, sólo quiero subrayar el carácter adictivo e hipnótico de este baile. Los que me conocen bien saben lo vaga que he sido yo siempre para practicar ejercicio; algo tiene la danza del vientre que cautiva a todos los que empezamos a bailarla. Es cierto, como dicen, que mejora la autoestima. No importa si eres alta o baja, gorda o delgada; todas las mujeres son guapas cuando bailan danza del vientre. También es cierto que es una danza sensual, pero esta sensualidad nunca se confunde con la provocación ni la ordinariez, manteniendo siempre una gran elegancia.
Para quienes lo ven desde fuera, constituye un espectáculo sensorial fascinante: visualmente, por los movimientos de las bailarinas y sus coloridas vestimentas; auditivamente, por la música que acompaña el baile, basada en ritmos árabes creados a partir de instrumentos típicos como el laúd, la darbuka o los crótalos.
Aunque hay hombres que practican la danza del vientre y lo hacen realmente bien, personalmente considero que es un baile diseñado para resaltar la belleza de la mujer (de ahí los movimientos de caderas, pecho, hombros..). Para mí, constituye la mayor exaltación artística del cuerpo femenino jamás expresada en movimiento.
A continuación incluyo un vídeo de una de las bailarinas españolas más conocidas. Su estilo es bastante peculiar, ya que no es danza oriental en su vertiente más pura o clásica. Fusiona la danza del vientre con otros estilos que no sabría precisar. El espectáculo que aparece en este vídeo lo vi en directo y es realmente espectacular. Mediante la danza del vientre, intenta imitar el movimiento de una serpiente, y verdaderamente lo consigue. Lo que hace esta mujer con el cuerpo no se puede describir con palabras.
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