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Archive for the ‘Trabajo’ Category

Desde que al señor presidente se le ocurrió la bonita idea de rebajarle el sueldo a los funcionarios, me siento como el enemigo público nº 1. Primero fue un compañero de clase de inglés con el que me llevo bastante bien y con el que suelo volver a casa porque cogemos el mismo metro. No sé muy bien cómo, acabamos hablando de la huelga de funcionarios. La cosa se calentó y al final me acabó diciendo que se alegraba de que nos bajaran el sueldo, que su empresa había trabajado para el sector público y que se había topado con muchos funcionarios que no daban palo al agua. Por mucho que yo le dijera que no todos los funcionarios somos así, le dio absolutamente igual. Creo que al final llegó un momento en el que todo el vagón del metro nos miraba.

Ayer me pasó lo mismo con la peluquera. Me dieron ganas de levantarme con el pelo lleno de champú y largarme de allí… Recurrió a argumentos tan absurdos como: «A mí no me importaría que me bajaran el sueldo si tuviera los privilegios que tenéis vosotros…». Pero señora, ¿qué me está contando? Primero, no tenemos tantísimos privilegios como la gente cree. Segundo, para conseguir esos «privilegios» me tiré un año y medio encerrada en mi casa estudiando. Pero eso a la gente le da lo mismo. La gente no valora el esfuerzo que has tenido que hacer para llegar ahí, sólo ven que tienes moscosos y un puesto fijo.

¿Acaso tengo que pedirle perdón al mundo por haber aprobado una oposición? ¿Tengo que flagelarme todas las noches por tener un puesto fijo?

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Esta mañana he formado parte de un tribunal de selección de personal, lo cual ha resultado una experiencia nueva para mí. Hoy ha sido la primera vez en mi vida que he pasado por esta situación «viendo los toros desde la barrera», con la tranquilidad del que no se juega nada. Y esto me ha hecho pensar y recordar muchas cosas.

Hace exactamente cinco años me presenté a una selección de personal para trabajar 6 meses en la Administración Pública, en un archivo, exactamente en las mismas condiciones que las personas que han acudido hoy a las entrevistas. Sólo cinco años. Entonces yo estaba empezando a preparar las oposiciones, tenía 24 años, muchos nervios y muy poca experiencia profesional. Nos hicieron una entrevista y un examen tipo test de archivística. Me seleccionaron. Y trabajé 6 meses en el archivo. Y luego me fui al paro. Y no tardé mucho en darme cuenta de que si no preparaba las oposiciones era probable que me pasara el resto de mi vida trabajando de aquella manera, 6 meses en un sitio, otros 6 en otro… Y así.

Creo que ya lo comenté anteriormente, pero al vivir experiencias como la de hoy vuelvo a darme cuenta una vez más del gran acierto que tuve al prepararme las oposiciones. Quizá la mejor decisión de mi vida. Hace cinco años ni me hubiera imaginado que no mucho tiempo después yo estaría al otro lado, seleccionando y no siendo seleccionada.

Uno a uno iban pasando, cada uno con sus historias personales. Todos necesitados de trabajo. Y me ha producido cierta pena que algunas personas con currículos brillantes estuvieran allí, aspirando a un puesto de trabajo que sólo les va a dar de comer 6 meses. ¿Qué solucionan 6 meses? Mis compañeros de tribunal me han dicho: «Bueno, M., algo es algo, por lo menos trabajan 6 meses». No sé… Creo que las cosas deberían ser de otra manera. Alguien en este país debería hacer algo con el tema del trabajo. A lo mejor lo veo todo un poco negro hoy, pero creo que no se puede llevar una vida estable y segura trabajando unos meses al año.

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Esclavitud e idealismo

Me produce mucha tristeza constatar que, últimamente, los principales temas de conversación de la gente de mi edad se resumen en dos: el trabajo y la hipoteca. Como si no hubiera nada más en nuestras vidas. Tengo un par de amigas que, cuando las veo y les pregunto cómo les va, casi siempre me contestan con frases del tipo: «Bien, pero mucho trabajo». Y yo no puedo evitar pensar: «Mucho trabajo. ¿Acaso te estoy preguntando por el trabajo? No. Te estoy preguntando cómo estás tú. Y tú eres mucho más que tu trabajo». Sólo cuando ya llevamos un rato hablando, empiezan a surgir otros temas: la familia, la pareja, los amigos, el cine, los viajes, la música, etc.

El problema es que pasamos mucho más tiempo en el trabajo que con la familia, la pareja, los amigos, en el cine, de viaje, escuchando música, etc. Incluso muchas personas, cuando se encuentran físicamente fuera del trabajo, mentalmente todavía siguen en él. Por eso creo que es básico buscarse aficiones que no tengan absolutamente nada que ver con tu actividad profesional. Incluso ver telebasura es mejor que estar pensando en los problemas del trabajo.

 Sé que soy un poco monotemática, pero el tema del mundo laboral es tan complejo que da para escribir ríos de tinta. En un post reciente, la autora del blog El optimismo de la voluntad señalaba que el trabajo es una actividad liberadora y creativa. Bueno… en nuestro caso puede que sí, ya que tenemos la suerte de desarrollar una actividad intelectual. Pero no siempre es así. El trabajo de reponedor de supermercado, por ejemplo, no tiene mucho de artístico (a no ser que coloques las latas de sardinas en forma de pirámide).

En general, yo creo que en mayor o menor medida, el trabajo tiene mucho más de esclavitud que de liberación. Somos esclavos del trabajo porque lo necesitamos para subsistir. 

A pesar de todo, me gusta mi trabajo y me reitero en señalar que prefiero trabajar para el Estado que para la empresa privada o como autónomo (Rosa, siento ser tan conservadora, como dices tú). Al menos, mi trabajo tiene un fin social y democrático que siempre me ha parecido de un gran idealismo: la difusión de la cultura. La mayoría de mis amigos, en cambio, se matan a trabajar para que las grandes empresas sigan llenándose los bolsillos.  

 

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Cada día que pasa me alegro más de haber aprobado la oposición. Creo que es, sin ninguna duda, una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Trabajar en la empresa privada puede llegar a ser un verdadero suplicio para muchas personas, y en este sentido creo que los trabajadores deberían estar más protegidos por parte del Estado, ya que el empresario puede hacer prácticamente lo que le dé la gana con su empresa y con los trabajadores que tiene contratados.

Cada vez oigo más quejas hacia la empresa privada por parte de amigos y conocidos. Situaciones verdaderamente injustas que se saltan muchas veces derechos básicos de los trabajadores. Conozco personas cercanas que con dolencias bastante graves no se han cogido la baja por enfermedad por miedo al despido; trabajadores a los que han echado a la calle de un día para otro sin avisar con los 15 días de antelación que estipula la ley; amenazas de despido a empleados por el hecho de querer presentarse a unas oposiciones…  Sí, está claro que algunos hechos son denunciables, pero… ¿quién se atreve a denunciar? Lo primero, tienes que pagarte un abogado y nadie te garantiza que vayas a ganar el juicio. Lo segundo, las represalias serían seguras: «¿así qué me has denunciado? pues te vas a cagar, voy a hacer que todas las empresas del sector se enteren y no te contrate ni Dios… »

Los motivos de despido y de acoso profesional o mobbing son de lo más variado; es evidente que si tienes una empresa y un trabajador llega tarde o comete muchos fallos, tienes que plantearte el despido porque ese trabajador no rinde. Pero, ¿es motivo de despido que un trabajador no te caiga bien, que su forma de vestir no te guste, que tenga unas ideas políticas diferentes a las tuyas, o que, simplemente, se te crucen los cables y se te ponga en las narices hacerle la vida imposible?

La falta de sensibilidad y de humanidad de muchos empresarios llega a límites insospechables… Y todo este sufrimiento por un sueldo miserable que muchas veces supera a duras penas los 1.000 euros mensuales.

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